miércoles, 13 de enero de 2010

Dolhoras

A Gigi y Cande, mis amores eternos.

Voltear la cabeza y mirar hacia atrás, resurgen escalofríos inquietos. La mañana añora el despertar pero la noche no ha conseguido su sueño. Camino despacio desde un rincón al otro de la habitación, extraño tanto a ese futuro imposible de la vida. No te das una idea lo que lo extraño...

Voltear la cabeza y ver el vacío, mis mejillas de acné joven saboteadas por lágrimas intratables. Un viaje al infierno, una huella pisoteada, un sonido aterrador que parece de hoy. No te miento si te digo que me arrancaron un sueño del alma, te juro que no te miento para nada...

Recuerdo la frialdad de sus rostros como un puñal que a través del tiempo sigue penetrando. Recuerdo los olores como un golpe letal en mis entrañas. Recuerdo los pasillos, las miradas, las cruces, el café, a mi vieja, mis pies descalzos, el odio, el dolor, recuerdo que arrogante, todopoderoso y celoso fue Dios en aquel tiempo de espinas.

Dolhoras.... dolhoras... y mas dolhoras.

Cuanto mas me acerco, mas lo hago. La quietud examina mi cuerpo y la mente canta su réquiem. ¿Cómo transitar ese camino?, ¿Con cuál ánimo enfrentar aquellas huellas, volver a pisarlas? Dime cómo.

Voltear la cabeza hacia el cielo y distinguir las estrellas en un calendario tan repleto de sensaciones, y observar justamente las que yo decidí que fueran. Dolhoras... dolhoras... y mas dolhoras.... Y Orión allí arriba, intacto, fríamente intacto. Y la luna de blanco luto allí arriba contemplándome. Tan triste se ve la luna, te juro que se ve así.

Descubrir mi acento tartamudo mientras escribo éstas palabras... y dolhoras...

Te juro que no te miento si te digo que hoy tengo visitas, y debo dejar de escribir por ello. Hoy les toca a ellas, hoy hay estrellas de visita, dolhoras de estrellas...

Hasta luego....

Tengo visitas...

jueves, 7 de enero de 2010

Fotografías de una tarde.

Esta es la bellisima consecuencia de un cadáver exquisito que tuve la suerte de realizar junto con Florencia Salto y Maxi Follonier. En donde las palabras comienzan a surgir y a entreverarse tan caprichosamente que terminamos escribiendo casi las mismas, y quien sabe por que exactamente.



El cielo se estrelló en la tarde,
Como el hombre sucumbe ante el mar,
Partí en viaje hacia el vacío.
El fin de todo se veía mas lejos al avanzar
Caídas libres desde lo bajo, sembré el pan,
Con migajas de mi vida.

El humo quemó mis pupilas,
En un choque sin sentido,
¿Cuántos mares quedaron atrás?
La tarde se fumó en un suspiro.

El agua moja por ser agua,
En rayos de luz equidistantes.

En una mirada pude ver el final del Otoño,
Dos universos, entran al vacío del alma.
Hundí los dedos en el pan.

Sonrisa mojada, inercia traicionera,
Que nace nuevamente.

La mente se limita al saber,
Mostré los dientes, encontré sonrisas,
Y la tarde, al fin,
Se perdió en la ciudad.