viernes, 15 de julio de 2011

Conurbano: Capitulo III

¡Migajas eran!, porque asi se hunde el sol.
Sosteniendo el farol antes del cese,
con sus últimas fuerzas chorreando por la sien.
¡Ingrato suspiro que abandona el fuego!

Manos de abuela, pelaje de león
crisantemos inmóviles a la orilla de la verja,
escondido en lo incierto de mi niñez.
Desapareciendo entre las ramas del robusto

y la luna vomitando su tren con ventanas,
espejos que se repiten vestidos de hambre.
La fortuna es una mesa con botellas vacías,
descolorido incienso que brota al renacer.

Cabizbajo el obrero, el valiente, el eterno.
¡Crisantemos! ¡Gloriosos crisantemos!
la fábula impenetrable que se tizna de un sólo color
¡Prefacio de una espalda volviendo a su casa!